¡Oh celeste tesorera de todas las gracias, Madre de Dios y Madre mía, María!

 

Queridos hermanos y hermanas en Cristo, devotos todos de Nuestra Señora de Gracia.

 

Me dirijo a vosotros, hoy que se celebra la jura de los Estatutos y de los cargos de la nueva Junta de Gobierno, para comunicar mi despedida del cargo de hermana mayor de nuestra querida Hermandad, un servicio que he desempeñado con entrega, respeto y profunda devoción. Quiero expresar, ante todo, mi más sincero agradecimiento a todos quienes me habéis acompañado en este camino que emprendí con tanta ilusión. Vuestra confianza, vuestro apoyo y vuestra presencia han sido fundamentales para sostener cada paso dado durante este tiempo.

A lo largo de este mandato hemos alcanzado importantes logros, fruto del esfuerzo compartido y del deseo común de engrandecer a nuestra hermandad. Aunque algunas iniciativas no pudieron culminarse por circunstancias ajenas a mi voluntad, me marcho con la serenidad de haber trabajado siempre pensando en el bien de nuestra corporación, guiada por la fe y por el amor a Nuestra Señora de Gracia.

No puedo negar que, junto a las vivencias hermosas que me llevo, también quedan en mi corazón las heridas de ciertas palabras injustas que se han pronunciado sobre mi persona. Lamento profundamente que esos comentarios hayan trascendido y salpicado el nombre de nuestra hermandad y de vosotros, que siempre debe ser símbolo de unión, respeto y fraternidad.

Aun así, el balance que guardo es inmensamente positivo. Me quedo con las manos tendidas, con los gestos sinceros, con quienes han sabido comprender la responsabilidad de este cargo y han caminado a mi lado con lealtad y humildad. A todos ellos, y a quienes han valorado mi dedicación, les doy gracias infinitas de corazón.

Ruego a Nuestra Señora de Gracia que siga protegiendo a esta hermandad que tanto amo, y que ilumine a quienes continúan su labor para que prevalezcan siempre la concordia, el servicio desinteresado y la verdadera esencia cristiana.

Me despido con emoción, gratitud y la conciencia tranquila de haber dado lo mejor de mí.

Que la Virgen nos bendiga siempre.